Entre el bang bang y el ñam ñam.
Generalmente en esta sección hablo sobre algún restaurante que visité y doy mi punto de vista como comensal y gastrónomo, pero en esta ocasión hice algo distinto. Visité tres cines y sus respectivas dulcerías para comparar la experiencia gustativa que hay entre ellas y describiré cada una. La conclusión simplemente no me la esperaba.
Mi primer visita fue a Cinépolis y he de confesar cierta pérdida de objetividad en mi juicio pues me encanta asistir a esta cadena. Lo que me llama la atención es la variedad que tienen en los combos (palomitas + refresco + algún complemento) y es que están tan bien planeados que es complicado no encontrar uno satisfactoria tanto para la pareja como para la familia. Sus palomitas, por lo regular, son muy buenas aunque no es una seguridad, pues hay ocasiones cuando están saladas y te dejan la boca hecha una lija. Nunca me han defraudado los nachos con queso en porción normal o extra, no tienen comparación, son los mejores que se pueden consumir en cualquier cine y la cereza del pastel es su convenio con Coca-Cola; para ser sinceros es una bebida que a la mayoría de los mexicanos nos gusta y es ideal para acompañar la comida chatarra. Cabe mencionar que dentro de la cadena existe una versión de alta gama llamada V.I.P. en cuya dulcería hay desde sushi paninis, hasta coctelería.
El segundo cine al que asistí fue Cinemex, segunda cadena más importante en el país cuyos combos compiten a la par con los de Cinépolis. Sus nachos no son tan buenos como los de la competencia y sólo ofrecen bebidas de la familia Pepsi, así que para mis gusto no fue buena opción. Preferí satisfacer la comedera con un helado de Ben & Jerry’s que valen cada centavo que gastas; también gracias a sus crepas esta dulcería es bastante recomendable. Al igual que la otra cadena cuentan con una experiencia de alta gama denominada Platino cuya variedad de productos es muy similar a la de Cinépolis V.I.P., pero tiene mejor sabor esta última.
El tercer y último cine que visité fue Cine Tonalá en donde se exhiben solamente películas de arte y documentales. La cartelera cambia cada mes y hay que estar al pendiente de los horarios pues las películas se exhiben en un único horario por día. La cafetería es más bien un bar con bebidas inventadas cuyos precios van desde los 80 hasta los 150 pesos, y si bien son una oferta novedosa, me parecen excesivos. Las personas que visitan este cine son hipsters y la verdad, no es mi tipo de ambiente. Sus botanas son buenas y las palomas no son malas pero no son únicas. Recomiendo ir a visitar el bar para salir de la rutina y para los amantes del cine alternativo, este es un buen lugar para disfrutar de una buena peli.
Como conclusión me lleve una gran sorpresa, porque noté que la mayoría de las personas que van –vamos-- al cine asisten de manera improvisada y se ajustan a la película más cercana en horario, pero a la hora de elegir las chucherías a consumir, pueden pasar un buen rato mirando las opciones del letrero luminoso de la dulcería hasta convencerse con qué llenarán la barriga para disfrutar de una experiencia deliciosa. Este consumo masivo de golosinas al momento de la proyección es incómodo para los sensibles auditivos pues en un suspenso o nulo sonido de la película, las masticadas rompen con la atmósfera y tensión del largometraje.
Es muy placentero comer en el cine, pero yo sugiero que mientras se espera para entrar a la sala se consuma la mayoría de chucherías y reservemos el mínimo para el momento de la función, así podremos disfrutar de de la cinta y sumergirnos por completo en la trama.
Nota: vale la pena echarle un ojo a este estudio de PROFECO http://www.profeco.gob.mx/revista/pdf/est_01/Cines.pdf
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